MENTIRAS VS ESPERANZAS
La amenaza crece. No deja de crecer. Nunca. Es un maldito cáncer que, de forma irremediable, va pudriendo todas las capas de la sociedad. Todas no. La mayoría ya estaban podridas antes de su llegada. La amenaza ha quedado camuflada detrás de la corteza. Así campa a sus anchas por todas partes. Se esconde tras esa barrera de mentiras que lo cubre todo. ¿La ves? Eso, hijo mío, antes eran todo campos...
¿Y qué otra cosa podemos hacer? ¿Qué más nos van a exigir? ¿Y quién se va a atrever a hacerlo? Tan sólo podemos mentir. Eso. Mentir. Perpetuar la mentira para que todo lo podrido siga oculto. Porque tememos que pueda volver a aparecer. Tememos lo que no conocemos. Ya sólo escuchamos las mentiras que nuestro propio organismo construye. Es la única forma de seguir aquí. La última de las batallas.
No dejamos que pase un día sin colocar otro bloque de cemento sobre nuestra esperanza. Otro ladrillo en el muro. Para construir la muralla que nos proteja de todo. De lo podrido y lo que está por venir. Del pasado y del futuro. De las mentiras y las esperanzas.
En nuestro pantano de las mentiras todo huele a podrido. Pero, ¿a quién le importa ya eso? Da igual. Cerraremos los ojos y encenderemos los televisores. Ellos harán la faena. Esperaremos de brazos cruzados a que nos indiquen el nuevo paso de baile. Un nuevo peldaño. Y luego a dormir un ratito. No sea que aparezcan los sueños y nos encuentren despiertos.
No aspiramos a mucho. Nos basta un pequeño respiradero. Un agujerito que haga también de mirilla. Para poder así ver llegar a nuestro enemigo. El resto, todo, ha de permanecer estanco. Y eso... Eso, hijo mío... Eso antes eran todo campos...